Abstract
El presente artículo muestra una serie de reflexiones en torno a la necesidad de resignificar la presencia de comunidades activas de lectores y escritores en la educación, en particular la superior, como estrategia para cualificar los procesos de ciudadanía crítica y de calidad formativa. Para ello, se enuncian algunos supuestos equívocos que rondan en torno al concepto de lectores y escritores, y se pasa, finalmente, a proponer cuatro estrategias para hacer de la vida universitaria una comunidad más dialógica, crítica y propositiva.