Abstract
De la armonía en la relación Estado-Universidad depende en buena parte el desarrollo de una sociedad, ya que de la autonomía de la Universidad para cumplir con sus funciones de docencia, investigación y extensión surge el conocimiento, fuente de innovación que enriquece a una sociedad. Pero esta relación no está exenta de contradicciones, especialmente dadas por el hecho de que los espacios educativos pueden transformarse en replicadores de las desigualdades sociales y en simples reproductores de la fuerza laboral requerida por el modelo económico imperante. Para superar estas contradicciones, es necesario que el Estado, en conjunto con la Universidad, transforme los contextos que constriñen el pleno desarrollo de las capacidades humanas de las personas que componen la sociedad. Lo anterior implica entender la educación superior como un derecho fundamental.