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<p>Las humanidades atraviesan una crisis que deforma su virtud humanizante. La intencionalidad crítica que busca una transmisión fiel y eficiente de la cultura, el desarrollo de la identidad, la construcción del valor humano compartido, la pregunta por la educación que educa y la formación que forma se han visto sepultadas ante una ética del rendimiento que tilda a las humanidades de improductivas. Esta visión reduccionista de las humanidades erosiona su sentido formativo y las traslada al plano de la incerteza. Contrario a ello, la ética del rendimiento se posiciona a través del uso rentable y práctico del aparato educativo. Teóricos como Gadamer, Nussbaum y Derrida, conscientes de esta dinámica que pone en jaque a las humanidades, intentan desarticular el enfoque productivista, marcado por el poder político, lo tecnoeconómico y lo tecnocientífico. Con todo, la apuesta en común de este artículo, desde la perspectiva de una universidad sin condición y sin fines de lucro, busca reducir cualquier coacción arbitraria que desvirtué el papel de las humanidades, su compromiso performativo, sus procesos de resistencia y su comprensión de la condición humana.</p>