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La universidad católica del siglo XXI está dinamizada por diversas tendencias y exigencias que problematizan su identidad tanto en lo relativo a “universidad” como en lo relativo a “católica”. Este artículo se focaliza en dos tensiones: primera, la que resulta de una idea de universidad profesionalizante, economicista, historicista, adecuada a lo inmanente en tensión con otra que atiende a la humanización y trascendencia de la persona. Segunda, la que emerge de una idea de Universidad como lugar de la razón en tensión con otra como lugar de fe, que va de la mano con una idea de Universidad centrada en sí misma (“formando profesionales exitosos en un mundo que se cae a pedazos”) en tensión con otra que la entiende como una institución volcada a su propio contexto (“formando profesionales con compromiso social”). Tales tensiones revelan algunos polos como ciencia y sabiduría, razón y fe, profesión y vocación, objetividad y subjetividad, naturaleza y espíritu. No obstante, la universidad considera la valía de cada uno de ellos porque la universitas, hoy como ayer, es un grupo apasionado por el saber que reconoce que la verdad se alcanza con todos los instrumentales de la razón sin olvidar lo humanum. Además, en cuanto católica, todos aquellos que forman parte de la universidad son comunidad de fe que hacen de la profesión su propio apostolado y una posibilidad real para comprometerse con los excluidos y empobrecidos de su tiempo.