Abstract
La astrofísica nos descubre el vínculo umbilical que tenemos los seres vivientes con el cosmos, ya que la génesis de las partículas que constituyen los átomos de nuestros organismos fue esculpida en los núcleos de las estrellas. La Tierra no está en el centro del Sistema Solar; el Sol, que ocupa este lugar con toda su cohorte de planetas, está en la periferia de la Vía Láctea, y nuestra galaxia no está en el centro del universo, porque el propio universo no tiene centro. La materia-energía que nos constituye, hecha de átomos no es la sustancia esencial del universo, y esto cambia nuestro paradigma del cosmos, pues no es válida la idea romántica que somos hijos y al mismo tiempo huérfanos del universo. La materia de la que nosotros estamos hechos, así como la tierra, el sol, las estrellas, los cúmulos galácticos, etc., es menos de 4% de la materia del universo. Desde la metafísica darwiniana, todos los seres vivos somos iguales, atendiendo al criterio de que todos somos accidentes de un proceso evolutivo. La supervivencia se viene instrumentando desde hace 3.800 millones de años por selección natural ocasional y por el neutralismo. El indagar en lo que es únicamente humano puede dar lugar a carencia, ya que la visión antropocéntrica del mundo es completamente limitada y distorsionada, pues nos asigna un centro que no ocupamos y no somos.